

Que fríos están hoy los dedos de la distancia...
tacto tan distinto a esas manos tuyas que una y otra vez me desvistieron trayendo puestos los guantes de la vehemencia.
Que toscos son los brazos e la soledad.
Incomparables a los tuyos que en aquellos tiempos me rodearon estrujando mas allá de mi esencia.
Que agrios son los besos de la soledad.
Muy diferentes a los tuyos que saben a anís y a pastel de chocolate en mi demencia.
Que torpes las caricias de esta soledad.
No se miden con tus roces deliciosos que tornaban purpúrea mi conciencia.
Que hastiosas son las noches con la soledad, y nunca van a ser como contigo cuando embriagabas mi cuerpo de delirio, con el solo sentir de tu presencia...
Lorena Arriaga.
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